Ver amanecer en La Cala es una experiencia inolvidable para el visitante
Ver amanecer en La Cala es una experiencia inolvidable para el visitante
Ver amanecer en La Cala en primavera es uno de los grandes placeres que todo visitante debiera experimentar. La fresca brisa marina, los primeros rayos del sol del día y el silencio invitan a buscar los bellos rincones que hay en esta pequeña calita. Es un instante slow que contrasta con el bullicio que pocas horas después tomará las calles. La quietud permite que la naturaleza se convierta en la protagonista. De repente, pasa a ocupar un primer plano y se puede apreciar en todo su esplendor. El verde de los pinos, que se encuentran diseminados entre las siluetas de los edificios de apartamentos, adquiere tal intensidad que sorprende que hasta ese momento hubiera pasado desapercibido. Otro tanto se podría decir de los grises de las piedras, invisibles el resto del día, pero que con las primeras luces del alba adquieren matices metálicos que irremediablemente captan nuestra atención.
Es el premio con el que la naturaleza sorprende al turista madrugador: La Cala más íntima, la más genuina, la que mejor sabe transmitir la sensación de armonía. Apenas nadie la está mirando aún. Un par de amigas en un rincón de la playa musitan sobre lo que harán a lo largo del día, un vecino pasea por la orilla a su perro y dos o tres personas más admiran desde un banco la tranquilidad del mar. Todo es calma. Aún todo es silencio. Y todo es azul. La inmensidad del mar, vista desde cualquier ángulo. La Isla de los Periodistas en una esquina y un pequeño barco en la otra. Estáticos. Inmóviles. Nada puede alterar este pequeño instante porque se sabe que es efímero.
Pocas horas después de que los primeros rayos del sol se proyectaran en el mar, este rincón de Finestrat comienza a desperezarse. Los camareros de los bares y cafeterías empiezan a colocar las sillas y las mesas en las terrazas que hay mirando a la playa. Los primeros camiones de reparto empiezan hacer acto de presencia. Poco a poco, aparecen los primeros turistas, extendiendo sus toallas en la arena. Y según pasan los minutos, emerge La Cala que todos conservamos en nuestra retina: la bulliciosa y vibrante. La que siempre está en movimiento.
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