23 de septiembre. Ya es otoño y la calita se transforma. Después de los tórridos días de verano y su bullicio constante, la calma va haciéndose poco a poco la protagonista de esta nueva estación del año. De los vivos colores de las sombrillas que contornean la curvatura de la playa, se irá pasando paulatinamente a los dorados de la arena y los azules plateados del mar. La Cala es ahora una playa más pulcra, más austera, más silenciosa. Rezuma cierta nostalgia, propia de los últimos días de estío, que nos devuelven a la cotidianidad, cada vez más lejos de la frenética actividad que caracterizan los meses de julio y agosto.

Una vez pasadas las lluvias propias de esta época, el mes de septiembre regala unos bonitos días luminosos, con temperaturas que son una caricia para la piel. Es el momento de estirar la toalla en la arena o colocar la hamaca y dejarse llevar. Tan solo hay que escuchar el vaivén de las olas, pasear por la orilla y darse un baño. Es un momento único, que hay que aprovechar antes de que la siguiente estación, la del invierno, nos muestre otra imagen de la playa, más gris, más metálica y más solitaria.