Los jabalíes son uno de los mamíferos más numerosos que habitan en las laderas del Puig Campana
Los jabalíes son uno de los mamíferos más numerosos que habitan en las laderas del Puig Campana
En este mes de octubre, nuestro experto en fauna y flora, Manuel Mayor Rabasa, El Beato, ha escogido al jabalí. Es uno de los mamíferos que en mayor número se pueden encontrar por el Puig Campana y, aunque no sea fácil verlos, ya que salen sobre todo por la noche, precisamente, para evitar riesgos, sí se sabe de su presencia porque dejan en la tierra la marca de su peculiar huella.
Jabalí, Sus scrofa. En valenciano, porc senglar
Soy un mamífero, antepasado del cerdo doméstico.
Tengo un gran repertorio de nombres, ya que me llaman jabalí y, cuando soy adulto, verraco. A mi pareja, jabalina y a nuestras crías, jabatos, rayones, bermejos…
Empezaré hablando de mi aspecto:
Soy cabezón y mi cabeza es alargada. Termina en un hocico o morro, también se le llama jeta, que es largo, estrecho y duro como el acero, con el que remuevo la tierra y desplazo las piedras en busca de alimentos, siempre con la inestimable ayuda de mis potentes, afilados y visibles colmillos, llamados vulgarmente “navajas”.
Mis ojos son pequeños y negruzcos. La vista es mi “talón de Aquiles”, ¡qué se le va a hacer!
Mi cuello es grueso, corto y tiene poca movilidad.
Mis patas son cortas, negruzcas y muy fuertes. Mis pies son delgados y tienen cuatro dedos, dos de ellos con pezuña, y los otros dos restantes, que son los traseros, sin ellas y más elevados, formando mi peculiar huella.
Tengo una colita corta, que termina en una borla de pelos.
Las orejas son grandes, erguidas y peludas. Poseo un agudo oído.
Mi cuerpo es robusto y rechoncho. Está cubierto de pelos, denominados cerdas, que son largas, rígidas, gruesas, y se erizan en la crin, es decir en el lomo, cuando entro en cólera o estoy excitado. El color de mi pelaje va desde el parduzco al grisáceo o negruzco. El de mis crías, lo comentaré en su momento. Suelo “visitar al barbero” durante la primavera o principios del verano, para poder soportar mejor los rigores estivales.
Hablemos de mi punto fuerte, que es mi fino olfato. Me permite localizar mis alimentos, que son las raíces, los invertebrados, los bulbos, los huevos de gallináceas (perdices), los ratones, los conejos, las bayas y los frutos secos. Me gustan sobre todo las almendras y las bellotas, que son mi manjar preferido. Tengo una alimentación muy variada, ya que como de todo. Soy insaciable.
Mi gran olfato también me permite localizar a mi peor enemigo, que es el ser humano, a una distancia de unos 100 metros, aproximadamente, de ahí el refrán: “Cazador que tira y no persigue, poco o nada consigue”. Aprovecho la ocasión para hablar del lobo, otro de mis grandes enemigos. Los de mis crías son el águila real y el lince, los dos en vías de desaparición, o casi, lo que me ha permitido incrementar notablemente mi población.
En cuanto a mi peso, he de deciros que suelo oscilar entre los 70 y 90 kg. Mi pareja pesa, aproximadamente, la mitad. A pesar de que pasamos las jornadas durmiendo y comiendo, nos mantenemos en plena forma, puesto que recorremos diariamente, a trote ligero, más de 10 km., preferentemente por la noche, que es cuando nos sentimos más seguros.
Soy astuto, huidizo, poco territorial, e inteligentísimo, por eso el dicho que dice que “Dónde hay jabalí, ni conejo, ni perdiz”.
Nos desplazamos en manadas de 3, 5, o incluso 20 animales, compuestos por dos o más hembras, siendo una de ellas dominante, bien por su tamaño o bien por su edad. Van acompañadas por sus crías y, en ocasiones, por un macho viejo. Por otro lado, encontraréis también manadas de machos jóvenes, tutelados por otros ejemplares más viejos. Nosotros, los adultos, somos generalmente solitarios.
Nos solemos esconder en lugares con una vegetación alta, para podernos camuflar. Lo hacemos siempre al abrigo del viento y cerca de las charcas, los arroyos y las ramblas, para poder saciar la sed que nos provoca la ingesta de frutos secos, y, claro está, para revolcarnos en el barro.
Emito, constantemente, dos tipos de sonidos: gruñidos y silbidos.
Soy tímido, sin embargo, cuando me siento herido o acorralado, me transformo en un animal fiero y muy peligroso.
Si hablamos de mi higiene, tengo que decir que me encantan los “baños de barro”; que además de disfrutarlos, desempeñan importantes funciones en nuestro organismo:
- Regulan la temperatura de nuestro cuerpo, al estar el agua más fría. Al tener las glándulas sudoríficas atrofiadas, no nos permite sudar y, por lo tanto, reducir nuestra temperatura corporal.
- Eliminan parásitos.
- Curan infecciones de la piel.
Estos baños, los solemos acompañar, con un rascado de nuestro cuerpo, utilizando las rocas y los troncos de los árboles.
Nuestra esperanza de vida es de 12 a 15 años, aunque cuando la primavera es muy seca y escasean los alimentos, nuestras crías se debilitan y se produce una gran mortandad entre ellas.
Voy terminando, no quiero aburriros.
Durante el período de celo, que es de noviembre a diciembre, me reúno con las manadas, en busca de hembras, y descuido por completo mi alimentación. Las olfateo para ver si son receptivas, no dudo en expulsar a sus crías del año anterior y rivalizo con otros competidores para conquistarlas.
Las hembras alcanzan su madurez en el primer o segundo año de vida.
Una vez preñadas, ellas mismas construyen una especie de cama o paridera, con hierbas, ramas y hojarasca. Siempre buscan lugares que sean soleados y que estén próximos a charcas o estanques. La gestación dura unos 4 meses. Los partos tienen lugar entre febrero y abril, de ahí el adagio “En abril, jabalíes mil”. El número de crías oscila entre 4 y 12, pudiéndose producir dos camadas a lo largo del año, siempre y cuando los alimentos sean abundantes. Las crías permanecen encamadas la primera semana. A la segunda, ya siguen a la madre, alimentándose con su leche y con alimentos sólidos, entre otros, pequeños invertebrados, raíces, bulbos, que encuentran gracias a que ella va abriendo el terreno. La lactancia finaliza al segundo o tercer mes de vida.
Las crías nacen con rayas longitudinales a ambos lados del cuerpo, de color crema, por eso les llaman rayones, que les permite camuflarse con la vegetación. Os dejo varios refranes al respecto: “Si tienes verdadera afición, ni le apuntes a un rayón” o “A madres y rayones, ni con flechas ni cañones”. Muy jovencitos, a los 2 meses, empiezan sus juegos y combates, con el fin de establecer, cuanto antes, una jerarquía. Pasados 6 meses, su cuerpo adquiere un color pardo-rojizo, y pasan a llamarse bermejos. Cuando alcanzan un año, ya son adultos y su pelaje es amarronado, grisáceo o negruzco.
¡Admirados por unos, y denostados por otros!, eso somos los jabalíes.
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