El Mirador mantiene la esencia de la naturaleza que impregnó antaño este rincón del Mediterráneo
La Cala posee rincones de gran belleza. Tan solo hay que salirse de lo cotidiano para sorprenderse con una naturaleza genuina que ha podido mantenerse a lo largo de los años. Uno de lo lugares más bonitos es el Mirador, que fue construido en la década de los años 60 del pasado siglo XX. Para poder disfrutar de estas impresionantes vistas hay que llegar a la Plaça de l’Àmfora y desde allí caminar hacia la parte más alta del cerro del Tossal, un yacimiento arqueológico que data del siglo I a.C. Desde el Mirador se puede apreciar el entorno natural que rodea a la calita, con pequeños riscos y acantilados, teniendo la isla de Los Periodistas enfrente, las siluetas de los edificios al fondo y la montaña a la espalda.
Tras contemplar la amplitud del mar, se inicia la bajada, observando los trazos de los edificios construidos al albur del boom turístico, que tienen una media de seis pisos de altura y se mezclan con los pequeños bungalows que hay aquí y allá, sin un orden preciso. En los bajos comerciales se alternan negocios que llevan toda una vida, como la farmacia y las inmobiliarias, con otros que van y vienen, dependiendo de cómo los gustos se van transformando a lo largo del tiempo. Y al final, la calita de fina arena, pequeñita, redonda, acogedora, con un coqueto paseo marítimo, rodeada de restaurantes, miradores y pinares, esperando la llegada de las fiestas navideñas, con sus nuevos olores, su luz tenue y el anhelo de renacer un año más.
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