Puig Campana, símbolo de Finestrat
El Puig Campana es una de las montañas más emblemáticas de la Costa Blanca y la segunda montaña en altitud de la provincia de Alicante. En su cumbre, a 1410 metros sobre el nivel del mar, se reconoce la singularidad de la zona pues conjuga todos los elementos que dan personalidad a la orografía alicantina. Sin duda, el Puig Campana es el símbolo de Finestrat.
Finestrat realiza importantes esfuerzos para preservar su privilegiado entorno debido, entre otras razones, a que el Puig Campana acoge una interesante diversidad de plantas autóctonas, muchas de ellas poco frecuentes y prácticamente imposibles de encontrar en otras partes del mundo.
En cuanto a la flora cabe destacar poblaciones de especies forestales, entre ellas el pino y la carrasca o encina. Además, el Puig Campana alberga especies vegetales endémicas, entre las cuales podemos destacar el Cistanche phelypaea y el Teucrium lepicephalum, que es la joya de las especies vegetales.
Respecto a la fauna, la majestuosa águila perdicera, actualmente en peligro de extinción, ha hecho del Puig Campana su dominio, aunque compartido con halcones, búhos reales, cernícalos, zorros, jinetas, jabalís, perdices y conejos, entre otras especies animales que enriquecen la zona.
En sus caras hay más de 52 vías abiertas de escalada, además de diferentes rutas donde practicar senderismo o bicicleta de montaña. Caminar o escalar por estos parajes naturales es una experiencia única para comprobar la riqueza de la fauna y de la flora. Su nota más relevante es el llamado “Tall o Coltellada de Rotllà”, más conocido en el pueblo de Finestrat y alrededores como “Portell” (colosal corte de forma cuadrada situado en su cima). Si se observa desde lejos se asemeja mucho a una gran campana y, por esta razón, le viene su nombre. Sobre el pico del Puig Campana se han escrito una gran variedad de leyendas que aumentan aún más si cabe su majestuosidad dentro del paisaje de la Marina Baixa.
La leyenda del Portell
Cuenta la leyenda que había una vez una joven campesina que se llamaba Neus. La joven, aunque pobre, era muy buena y bonita. Sus cabellos eran dorados como el oro y largos como un día de verano. Las mejillas rojas y llenas como las fresas. Su figura era esbelta y de formas armoniosas como las de una diosa celestial.
Neus vivía con sus padres Josep y Àngela en un valle a la umbría del Puig Campana. Éste era un lugar paradisíaco, con un gran bosque de pinos verdes, abundantes riachuelos y una gran variedad de animales salvajes como jabalís, conejos, lobos y grandes y pequeños pájaros.
No muy lejos de allí vivía un joven que se llamaba Cerivert. Él tenía los cabellos negros como la oscuridad de la noche sin luna. Sus ojos eran marrones, como si fueran miel de romero. Las facciones de su cara eran perfectas y tenía el cuerpo como el de las estatuas griegas.
Cerivert era el hijo del hombre más rico y poderoso de la comarca. Gran parte de las tierras de los alrededores eran suyas y el castillo donde vivía estaba construido con mármol y oro.
Cerivert estaba enamorado de Neus. Además los padres de la chica querían que ésta se casase con el rico joven. Pensaban que así su hija no padecería tanto como les había ocurrido a ellos. En cambio a Neus no le gustaba el joven, pero por no hacer padecer a sus padres, decidió aceptar casarse con Cerivert.
Un día que la bella joven estaba recogiendo almendras, apareció por encima de unas pequeñas montañas, llamadas "Els Castellets", un gigante muy feo. Era tuerto y tenía la cara llena de cicatrices. Era tan grande como el Puig Campana y más fuerte que el mismo Sansón. Este monstruo tenía un corazón muy grande, sólo comparable a la amplitud del mar. De hecho, al ver a la joven, quedó maravillado con su belleza. Neus,
por el contrario, se asustó al ver aquel individuo. Corriendo, corriendo, se escondió dentro de una cueva y decidió no salir hasta que el gigante desapareciera.
Rondán, que así se llamaba el gigantón, empezó a recitarle unos versos muy bonitos para demostrarle el amor que, de repente, sintió por ella. Al cabo de unas horas Neus salió de su escondrijo fascinada por las dulces palabras de Rondán y como si de un encantamiento se tratase, se enamoró locamente del monstruo.
Al momento, los padres de Neus se dieron cuenta de lo que había ocurrido. Estos entraron en un ataque de cólera porque vieron cómo su hija olvidaba por completo a Cerivert y cómo el horrendo monstruo ocupaba el corazón de la joven.
Al instante, este hecho llegó a oídos de Cerivert. El joven enfureció y juró vengarse de la pareja de amantes. Para cumplir su juramento contrató los servicios del brujo Calegás. Tenía una cara horrible, sólo superada por la misma de Rondán. Poseía unos ojos saltones, una nariz picotuda y unas mejillas flacas y huesudas. Además era flaco con el cuerpo alargado como el de una serpiente.
El brujo formuló el siguiente maleficio: “Cuando el último rayo de Sol del último día del año se refleje en la preciosa cara de Neus, ésta morirá de un ataque al corazón, y así queda dicho.”
Cuando Rondán se enteró, se puso muy nervioso y pensó que mejor sería no decirle nada a su amada. Así pasaron los días en el valle del Realet - nombre del bello paraje donde vivían Neus y Rondán-. La felicidad reinaba por encima de todo, menos en el corazón y la cabeza del gigante.
Cuando llegó el fatídico día, Neus se puso de repente enferma y cayó mareada sobre la cama más grande de la masía. Así transcurrió la mañana, la tarde y cuando el Sol empezaba a esconderse por detrás del Puig Campana, Rondán se desesperó. El gigante veía cómo su amada iba a morir y que no podía hacer nada. Cuando el último rayo de Sol ya iba a desaparecer de la cara de Neus, cogió una espada grandísima y golpeó al Puig para así mantener el Sol sobre el rostro de la joven. Quería que la vida de Neus no se apagara.
Aún así, pocos minutos después, la joven, bellísima como siempre, moría sin que su amado encontrara remedio alguno. Muy apenado, Rondán se adentró en el Mediterráneo hasta que se ahogó. Antes de morir el gigante juró no volverse a enamorar en otras vidas y se arrancó el corazón tirándolo al fondo del mar.
Hoy en día, todavía los marineros dicen que oyen la voz de Rondán decirles:
- No os enamoreis nunca, no os enamoreis nunca.
Fuente: “Nuestra pequeña historia”, editado por el Ayuntamiento de Finestrat con motivo del 725 aniversario de la Carta Pobla. (1280-2005)
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