El Parque de la Font de Carrè vio la luz prácticamente al mismo tiempo que empezaba a caminar el nuevo siglo XXI. En estas dos décadas, la vegetación ha alcanzado toda su plenitud y hoy es un placer contemplar la belleza de sus árboles y escuchar el sonido del agua que discurre por el río, a través de sus terrazas. Este parque conecta el casco urbano con la zona deportiva y, a partir del 2024, también lo hará con un boulevar peatonal que dará la vuelta a todo el municipio.

La contemplación de los jardines siempre ha sido un atractivo para los turistas que buscan encontrar la armonía de la naturaleza en medio de las ruidosas ciudades que visitan. Aunque Finestrat es una localidad tranquila, siempre es bueno hacer un alto en el camino para pasear entre árboles de gran tamaño como los robles, las encinas, las moreras y otros más exóticos como la eritrina crista-gali o la charisa speciosa, que en su época de floración son dignos de admiración.

El agua es el otro gran elemento de este bello jardín. En su parte más alta hay un pequeño estanque en el que se erige una gran mano. Esta escultura del alicantino Pepe Azorín tiene la forma de un cuenco que simula que da de beber. Este es el punto de partida de un arroyo que atraviesa el parque de norte a sur, con sus cascadas, los puentes de madera y el sonido del agua, que es una constante que acompaña al visitante, que se ve envuelto por los aromas cítricos de los arbustos que rodean la antigua casa labriega, hoy reconvertida en el Museo de Finestrat, que alberga la colección permanente de arqueología y etnología.

Y como no podía ser de otra manera en Finestrat, el Puig Campana al fondo, imponente, haciéndose presente de forma constante, acompañando en su recorrido al visitante. El paseo llega a su fin, pero aún se puede alargar más. Sentarse en un banco para sencillamente contemplar de nuevo el espacio, cargarte de energía positiva, quizás charlar y hacer de este momento un recuerdo inolvidable.